01 octubre, 2012

Burrocracia II. ¿Receta? ¿Albarán? ¿Factura?

   Somos muchos los que consideramos que la denominación "vale descuento" es la que mejor define a la "mal llamada receta médica" por parte de la Administración Sanitaria.

   De todas las labores burocráticas que entorpecen el desarrollo de la genuina actividad asistencial médica en atención primaria, ésta es la que supone la mayor carga.

   Bien entendida la prescripción, como acto médico, debería terminar en el momento en que el facultativo consigna por escrito qué paciente debe de medicarse, con qué fármacos, a qué dosis y durante cuánto tiempo. Haciendo constar también, en el tratamiento de larga duración, la fecha de revisión del mismo. La Administración debería de articular los mecanismos necesarios para facilitar al paciente dicha prescripción durante el tiempo estipulado; labor puramente administrativa, sin implicar en ello innecesariamente al médico, y asi lo hemos reivindicado con mayor o menor fuerza insistentemente durante años.

   Las autoridades sanitarias han hecho oidos sordos durante años a las quejas y ruegos de un colectivo dócilmente borreguil. Los médicos de Atención Primaria llevamos una eternidad sufriendo la sisífica  labor de cumplimentar y firmar; e incluso autovisar (vease la entrada "Autovisado. Ese sambenito" en este mismo blog), una y otra vez periódicamente la misma prescripción. No solo nuestras prescripciones sino las inducidas por el resto de los especialistas con el pretexto de nuestra mayor accesibilidad para el paciente.

   Hace unos quince años, con la balbuciente informatización de la sanidad y sometidos aun al tormento de la cumplimentación manual del "vale descuento", nació una corriente de enfermeros; que se extendió por toda la Comunidad como mancha de aceite, que se negaron a seguir prestandonos la ayuda que hasta el momento nos facilitaban para esa tediosa labor. Todo ello con total pasividad por parte de una Administración, que de nuevo nos dejaba en la estacada, temerosa de la fuerza sindical de aquellos. Tampoco hemos recibido el apoyo del resto de los especialistas, que siguen tomandonos por sus secretarios; a pesar de estar legislada su obligatoriedad de cumplimentar todos y cada uno de los "vales descuento" que les correspondan.

   Tras haber sufrido durante años el paquete OMI-AP, que en el tema de la "prescripción reiterativa" tan solo contribuyó a mecanizar la cumplimentación de los "vales descuento" a la par que estos se convertian por primera vez en documentos plenamente legibles, ha venido a sustituirle el AP Madrid.

   No se puede negar la superior manejabilidad, y solidez de este paquete respecto al anterior, y se preveen mejoras en cuanto a conectividad y accesibilidad con el resto de integrantes del sistema sanitario. Pero, en lo concerniente al manejo de la cumplimentación de los "vales descuento", no solo no lo ha agilizado sino que lo ha entorpecido a base de una vorágine de exigencias en cuanto a fechas de vencimiento,  caducidades de específicos, precios de referencia, cambios de denominación, etc. que ralentizan su ejecución a lo largo de un sinfín de "clics" y "ventanas", amén de un "gestor de impresiones" remoto que, tal vez por encontrárse a miles de baudios y kilometros de cables de nuestro puesto de trabajo, a menudo se olvida de imprimir. Todo ello con la finalidad de un mayor "control" del gasto sanitario.

   La reciente crisis era el pretexto que La Administración necesitaba para incrementar ese "control": se han endurecido los impedimentos para prescribir los fármacos por nombre comercial, aparece la "receta azul" (vease la entrada "Receta azul" en este mismo blog) con sus aumentos en la aportación de cada paciente y, tras volver de vacaciones, me encuentro con una cartulina también azul (supongo que para que haga juego) que los administrativos han de facilitar cada mes, para la devolución del excedente del tope de aportación mensual fijado para cada código TSI (Tarjeta Sanitaria Individual).


   

   Una cuestión que no se entiende facilmente es porque los "vales descuento" han de caducar a los diez días cuando está contemplado facilitar medicación para tres meses. Nos ayudaría muchísimo que tal caducidad se prolongara por ese mismo periodo de tiempo. Y, por supuesto, es incomprensible que, cuando muchas comunidades hace meses que estan disfrutando de la tarjeta electrónica (que creo que aporta más ventajas que inconvenientes sin estar exenta de estos últimos) nosotros aun estemos esperando la activación de la misma (tal como figura en gris atenuado en la ventana de prescripciones) con el periférico lector de tarjetas inteligentes conectado inutilmente al PC desde hace casi un año.

   En fin, tras estos cambios; y los que me temo que vendrán, ya le cuadra más a la "mal llamada receta" la denominación de "vale descuento", e incluso creo que se va acercando peligrósamente al término factura o albarán. Seguro que es cuestión de tiempo que me instalen en la consulta una caja registradora y un terminal lector de tarjetas de crédito. Aprovecharé entonces para colocar bien a la vista un bote para las propinas.

Alfredo Falcó Sales, 2012

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