26 octubre, 2012

Reirse ante la adversidad

   Ayer tuve un sueño... 


   Era una jornada electoral, creo que eran unas generales. Nadie pasó a depositar su voto en todo el día. En lugar de eso unos se reunian en corros en las plazas públicas o ante los mismos colegios electorales a maquinar contra los políticos, otros daban largos paseos al sol de aquel excelente buen tiempo, algunos practicaban su deporte preferido. Familiares y amigos habían quedado para disfrutar de una buena comida y mejor sobremesa. Bares, cafeterias, restaurantes y espectaculos a rebosar. 

   Los políticos temerosos de la extraña situación tampoco se atrevieron a acudir a votar y se encontraban en paradero desconocido. En algunas mesas electorales habían montado timbas, en otras orgías y en la mayoría improvisadas barbacoas a las puertas de los colegios. Nunca fue tan sencillo el recuento como el de aquel día: ni una sola papeleta depositada en toda La Nación. 

   De pronto me desperté, seguramente porque ni en lo más profundo del subconsciente puedo imaginar que vendría a continuación, pero asi son los sueños.

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   Si, lo confieso, soy abstencionista desde hace más de veinte años. En contra del criterio general de los fundamentalistas de la democracia, que tanto afean nuestra conducta con manidos argumentos como el del voto util y otros similares, soy uno de los cada vez más numerosos ciudadanos que ejercemos nuestro democrático derecho a no votar cuando no parece existir alternativa alguna medianamente decente.

   A pesar de lo politizado que se encuentra nuestro ejercicio profesional, siempre he procurado evitar que la política, en el más amplio sentido del termino, contamine directamente el ambito de mi consulta. Pero esos individuos que dirigen nuestros destinos han conseguido que últimamente haga más de una excepción. 

   A todos nos ha salpicado en mayor o menor medida La Crisis y es casi inevitable que el tema salga a colación en algún momento de la consulta. Las más de las veces es el paciente el que nos da a conocer su desesperada situación ante meses o años de paro irresoluble; mal viven con ayudas de la familia y temen perder su vivienda y lo poco que han conseguido a fuerza de un trabajo casi siempre mal remunerado. Otros rechazan ser dados de baja, ante dolencias que la justifican, por miedo al despido. No son pocos a los que las consecuencias de la crisis se han dejado sentir truncando un entorno familiar ya de por si puesto en entredicho por los drásticos cambios sociales de los últimos decenios. 

   No obstante, el tema sobre el que más se comenta es el relacionado con los cambios en el sistema de aportaciones a las prescripciones y de los productos que han pasado a ser desfinanciados, consecuencia directa de la politica de recortes.

   A todos los que se quejan de esos recientes cambios negativos les recuerdo que no se trata de ninguna novedad; los recortes en prestaciones en nuestro Sistema Público de Salud, a pesar de ser probablemente uno de los de cobertura más extensa, intensa y generosa comparado con otros paises, han sido la tónica desde el mismo momento de su creación. ¿Que son sino esas carencias en cuanto a la atención odontológica y podológica? ¿Y esa atención psiquiátrica y rehabilitadora puramente testimoniales como testimonial es la  Ley de Dependencia, y su consecuencia lógica más directa: residencias geriatricas, centros de día, atención domiciliaria, etc.?, por no hablar de los recortes encubiertos que suponen esas nunca resueltas listas de espera para una simple prueba diagnóstica o para una intervención quirúrgica, que tanto ha contribuido a incrementar la clientela de las aseguradoras privadas.

   Ante tamaña injusticia, los médicos de atención primaria, los más cercanos al paciente y a su lado más humano, solo podemos jugar un pásivo papel asertivo de "paño de lagrimas". Y, aun asi, a muchos de estos aun les queda ánimo para manifestar su descontento, en simpatía con nosotros, por la sangrante perdida de poder adquisitivo y de derechos adquiridos a la que nos viene sometiendo La Administración, y a la que no parecen encontrar el momento de poner freno.

   No hace mucho comentaba sobre los beneficios de la risa para combatir la enfermedad, beneficios que me atrevo a hacer extensivos a la adversidad; por otro lado la enfermedad con mayor prevalencia en este desgraciado momento histórico que nos toca padecer. Adversidad ante la que más que nunca estamos unidos las clases sufridoras; en este caso médicos y pacientes.

   Asi que me he sorprendido a mi mismo dandole la vuelta a la tortilla, haciendo bueno uno de los rasgos más caracteristicos del español medio, convirtiendo tanta pesadumbre en motivo de chanza y distensión.
El objeto del cachondeo no son los leperos ni los tomelloseros, ni los maricas, ni tartamudos, como en los clásicos chistes, sino, por supuesto, los políticos. Nos despachamos bien a gusto a su costa, nos desahogamos, desbarramos y reimos a placer.

   Últimamente los pacientes salen de mi consulta, como siempre, con su "volante" para el especialista; que le atenderá pasadas varias semanas, durante las que seguirá con sus dolores, o con un buen taco de "vales descuento" que ahora les obligará a rascarse el bolsillo, o con una cita para una colonoscopia, un parte de baja..., pero ahora además; en más ocasiones que antes, salen sonrientes cuando no riendo ampliamente y yo con ellos. Y tampoco es extraño que el que entra; tal vez por mimetismo, lo haga con la sonrisa ya puesta y se encuentre con la mía aun latente. Y yo sigo pensando que eso es terapia.

 Alfredo Falcó Sales, 2012

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