29 julio, 2013

Lengua y medicina I. También y sugestivo

   Una vez vencida la pereza de estos últimos meses, provocada por la exhaustiva cobertura informativa sobre la tristemente reciente catástrofe ferroviaria de Santiago, que se materializó en forma de queja por la manipulación que de la misma y de otras de similar cariz suelen llevar a cabo los poderes, me gustaría hablar de temas menos graves. Concretamente de ciertas, a mi modo de ver, incorrecciones en el manejo del lenguaje y más concretamente en el ámbito sanitario.

   Creo que nadie cuestiona la importancia del lenguaje en la comunicación humana. Pongo especial empeño, probablemente con frecuencia sin conseguirlo, en utilizarlo con toda la precisión que mi conocimiento me permite. Como cualquier herramienta, si se maneja con todo cuidado sirve perfectamente al fin para el que está destinado, en caso contrario puede volverse contra nosotros e incluso llegar a provocar algún daño. Esto es asi para cualquier tipo de relación interpersonal; y si en alguna hay que ser especialmente exquisito es en la relación médico paciente.

   Como preveo que el tema da para mucho, lo estreno como nueva etiqueta para ir presentando los casos según se me ocurran o acontezcan. Precisamente por eso me centraré hoy tan solo en dos errores comunes: uno discursivo y otro de dudosa adecuada utilización de un termino.

   El primero lo presentan con frecuencia los pacientes de personalidad hipocondríaca o al menos pesimista que manifiestan su preocupación ante determinado síntoma o signo que pueden llegar a considerar como "patognomónico" —aunque no conozcan ni de lejos la existencia de dicho término ni su significado— de una grave dolencia. Lo bueno de esto es que el paciente se te presenta como un libro abierto y puedes utilizar su falta "delatora" en tu provecho y, por ende, en el suyo. Por ejemplo:

   —Puede usted estar tranquilo que, por sus caracteristicas y la exploración realizada, puedo asegurarle sin temor a equivocarme que el dolor es de origen muscular o costal; probablemente un tirón, una mala postura o un traumatismo lo suficientemente leve como para que no lo recuerde. —el médico se afana en mostrar seguridad y restar importancia al motivo de consulta ante la ansiedad que ha detectado en el paciente.

   —Por otro lado, si además se pone uno nervioso el dolor puede acentuarse y acompañarse de otros síntomas...

   —Bueno, si usted lo dice... —interrumpe el paciente con igual ansiedad—  pero es que un tio carnal también murió de un infarto con mi edad y tenía el mismo dolor...

   —Perdone, —ahora es el médico el que interrumpe (y debe de hacerlo para acabar con la "rumiación" del síntoma)— pero ¿a que se refiere con "también"?; usted no está muerto, ni tampoco va a hacerlo en breve; al menos no debido al dolor que presenta hoy.

   La mayor parte de las veces el médico consigue, mediante este malabarismo lingüístco, arrancar al paciente una entre maliciosa y vergonzosa sonrisa, como la del niño al que se ha pillado en una mentira, lo que puede utilizarse para disminuir la ansiedad del mismo.

   En cuanto al término que, a mi juicio, no se utiliza todo lo adecuadamente que se podría es "sugestivo". A menudo, yo diría que exhaustivamente, en las historias clínicas aparece para describir un determinado dato o grupo de datos que nos hacen pensar que el paciente tiene con plausible probabilidad tal o cual alteración determinada. Pues bien, aunque el termino con el significado de "que sugiere" está admitido por la RAE, me parece más preciso utilizar "sugerente"; casi en desuso, más cercano morfológica y etimológicamente a " lo que nos sugiere". Sugestivo tiene más relación con la hipnosis (sugestión) o la capacidad persuasiva de una persona sobre otra, así como con aquello que nos resulta especialmente atractivo, insinuante o tentador que, en principio, no parece lo más adecuado en el contexto del proceso del establecimiento de un diagnóstico.

 Alfredo Falcó Sales, 2013

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