23 agosto, 2012

Risoterapia


    Llevo varios días bloqueado en todos los sentidos. En lo que atañe a este blog, por ejemplo, no se me ocurre nada. En el trabajo, con tan solo dos días para comenzar mis vacaciones, tengo todo el tiempo en mente el comienzo de las mismas.

    El poco ingenio del que en ocasiones puedo gozar se encuentra acogotado por "La Situación" actual con el pesimismo acechandonos por doquier.

    Una noticia de la TV este mediodía ha producido en mi un notable cambio: me he reido; no, me he carcajeado a mandibula partida.





    Opiniones habrá de lo más contrastadas, pero a mi juicio la reacción más natural, humana, sana y hasta razonable, ante tamaño desaguisado, es como mínimo la risa.

    Ahora me siento mejor y hasta me he animado a publicar estas lineas. Deseo de corazón que quien lea esto comparta conmigo la hilarante reacción.

    Me viene a la cabeza la creencia transcultural del valor terapéutico de la risa. Creencia que viene de miles de años atrás y respaldada por figuras emblemáticas de la medicina como Hipócrates y Galeno, sin olvidar el ejemplo más reciente de Patch Adams.

    Yo hace tiempo que practico el reirme, siempre que puedo, con mis pacientes. No me concedo por ello ningún mérito especial porque me sale de la forma más espontanea (y puedo asegurar que no siento que sea incompatible con tomarme muy en serio mi profesión) y aun así tengo la impresión de que debería de practicarlo más. Creo sinceramente que infravaloramos el poder de la risa en nuestro ejercicio profesional.

 Alfredo Falcó Sales, 2012

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